Descripción
- Número de páginas: 182
- Formato: 14,5 x 20 cm
17,00€
En el libro de memorias (falseadas) “Groucho y yo”, el autor avisa que no tiene intención de sacrificar una buena construcción humorística para que se ajuste a la verdad. No puedo estar más de acuerdo. La verdad es un concepto extremadamente sobrevalorado. Si uno fuera diciendo la verdad, y solo la verdad, su vida social sería inexistente. Y ya que nos ponemos, a la vida matrimonial y familiar le ocurriría tres cuartos de lo mismo.
¿Acaso –salvo catástrofe- no merece un “está muy bueno” alguien que se ha pasado cinco horas en la cocina? ¿Qué trabajo cuesta decir que ese vestido sienta bien? Además, como entelequia, me interesa más la justicia que la verdad, porque esta última está sometida a muchos más condicionantes que la primera. Con esto no quiero decir que este libro sea una sarta de mentiras, nada más lejos. Todo lo escrito se ajusta a mi memoria. Aunque a veces parezca mentira, así es como yo lo recuerdo.
Mark Oliver Everett en su libro “Cosas que los nietos deberían saber” se pregunta qué clase de arrogancia lleva a un tipo a contar su vida y pensar que le pueda interesar a alguien; lleva toda la razón, aunque lo que me motivó fue leer a Bill Bryson y J.R. Moheringer y comprobar que la infancia es –al menos en occidente– un lugar común sea en Iowa, New York o Entrevías. Dicho esto, seguramente, mi nivel de arrogancia es enorme. Por otra parte, esto no es más que un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma… eso en la solapa. El resto del libro son los recuerdos de alguien que, ahora lo sé, fue un niño feliz, aunque entonces estaba loco por salir de allí.
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