El castaño de Dios

“El Castaño de Dios”, la ventana que Antonio Mena Guerrero abre y por la que vemos, con vivo y sencillo realismo, a cuatro amigos (antes eran cinco hasta que a Bonifacio, guardia civil, lo asesinó ETA), sentados al socaire de un castaño en la localidad sureña de Benjusía. Cuatro personas diferentes como diversas son sus maneras de ver la realidad: un abogado, Adolfo; un periodista, Diego; un crápula, Paquito; un alcalde corrupto, Evaristo. Una reunión de ayer y hoy por la que desfilan sentimientos y reflexiones que moldean la actualidad, que diagnostican el presente, con sus valores y lacras, luces y sombras: terrorismo, política, amistad, el cansancio, la vejez, los nacionalismos, la envidia, la venganza… desde el espejo de sus ocupaciones, de sus relaciones, de sus cuitas cotidianas en un ambiente rural y urbano, también de sus quereres y rencores; en definitiva, una semblanza de su conciencia personal que alcanza al alma del mundo. Con tal intensidad, con tal fijación nos retiene una lectura amena, íntima, a tenerlos muy en cuenta, y, sin exigencias, en la indagación de nuestro compromiso.

Un soberbio ejercicio literario sobre la identidad, el sentido de la vida, a través del hombre como fiel expresión de su conducta en el medio, con una conciencia ingeniosa, diáfana, íntima e integra.