Cuarenta grados al amanecer

Madrid, 1995. Phablo, un joven diseñador de interiores autónomo, se asoma al balcón de su vivienda una calurosa madrugada de junio y capta una violenta discusión en el piso inferior. Poco después, se siente impactado por la belleza de Sol, su vecina, que se asoma desde abajo, le increpa y le estremece.

A partir de ese instante, su vida autodestructiva, que últimamente parece regenerarse gracias a la abstinencia de alcohol y la firma de un contrato que le salva de la quiebra, experimenta un vuelco profundo, pues intuye que Sol es la chica ideal: la que le permitirá sobreponerse al abandono y la inmundicia, a la ruindad de un barrio miserable, al escepticismo de su carácter cínico y subversivo que le enfrenta a una sociedad sumida en un vértigo inmoral: el capitalismo. El amor incondicional con que sueña desde la adolescencia, al margen de convenciones y a prueba de bombas, se filtra incontenible desde los ojos azules de Sol hasta su marchito corazón, que revive en un oasis de esperanza. Un amor, contrapunto de la sórdida realidad, que ha de impedir su fracaso y su hundimiento.

Una novela urbana y realista con rasgos de novela psicológica y trasfondo dramático. Una trama bien elaborada que crea un ambiente de tensión e inquietud. Desde el contraste entre el mundo interior del protagonista, que aspira a la verdad filosófica, y la vibrante acción, con sus parcos y vehementes diálogos, un retrato bien definido de una juventud al borde del abismo; adicta a las tentaciones y el desenfreno, a equívocos placeres que guían sus actos. Una crónica del desengaño de occidente, plasmada en episodios descriptivos de gran visualidad que borran la frontera entre el lector y el escenario, suscitando una sensación de angustia. Los problemas abordados que el autor transmite sin compasión, convierten esta novela en un implacable espejo de una realidad sombría, despojada de cualquier belleza; esta reside en el alma, sepultada bajo el derrumbe del cuerpo.