Mi pseudónimo de escritora es Rachel Amat, aunque mi verdadero nombre es Raquel. La influencia de series estadounidenses o el romanticismo me han calado tanto que siempre he preferido llamarme Rachel (puede que el efecto Friends sea bastante intenso en mi vida).
Mi nombre completo es Raquel Amat Arnedo, nací un seis de mayo del año 1992 y soy alicantina, concretamente de un pueblecito en el interior, Villena.
Desde bien pequeña he amado la escritura. Me ha servido tanto de aprendizaje para la vida como para escapar de mi día a día, supongo que como a todos los escritores. Ya en el colegio logré alzarme con el más preciado de los premios para mí:
Logré el primer puesto a la mejor novela del colegio La Encarnación. Fue una alegría inmensa. A ello le precedió la publicación de varias poesías en el periódico escolar y después me dispuse a estudiar y centrarme en lo que debía hacer en ese momento.
Estudié un año de Filología Inglesa y viví casi tres meses entre Reino Unido e Irlanda, pero me di cuenta que mi pasión era la cultura británica, no el idioma en sí. Aun así, mis historias actuales siempre se han visto influenciadas por el precioso y mágico tiempo que viví allí sola a los dieciséis años. La filología no me convenció y estudié Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Alicante, poco después realicé el máster en Comunicación e Industrias Creativas. Ambas cosas me sirvieron muchísimo para enfocarme de nuevo en mi escritura. Y no solo eso, amplié horizontes al marcharme a estudiar la beca Erasmus en Polonia. Creo firmemente que esa etapa es la culpable de que la intensidad y la emoción siempre estén presentes en mis historias. Me empapé de toda la historia del país, de esa vertiente del este de Europa y todo lo que han sufrido durante años. Cuando acabé la universidad, me especialicé en Redes Sociales.
Una de las partes de mis estudios universitarios que me sirvió tanto para mi profesión como para poder promocionar mis libros de forma independiente y sin costear este servicio con la ayuda de otros profesionales.
En 2019 me lancé y finalmente pude autopublicar mis tres primeras novelas, la trilogía Madden. Una novela romántica contemporánea teñida de suspense y misterio. Pero, sobre todo, de empoderamiento y lucha del personaje femenino por hacer justicia. Es algo que caracteriza a prácticamente todos los personajes que creo en mi universo, pueden parecer frágiles, pero tienen la fortaleza de un auténtico huracán. Después de ello, fui mamá y mis esfuerzos se centraron en eso; aunque rápidamente volví al teclado para escribir todo aquello que la maternidad me había enseñado.
Esta novela romántica autoconclusiva que os envío es un proyecto muy especial. Siempre me ha apasionado la temática de la Segunda Guerra Mundial, y mi visita a Berlín hace unos años me dio la fuerza para poder crear esta historia. No está basada en hechos reales, pero
sí ambientada en la noche que «oficialmente» se conoce como el comienzo de esa guerra tan atroz. Kristallnacht, la noche del 9 de noviembre de 1938. Además, también hago referencia en la novela a la ayuda que varios alemanes y políticos contrarios al partido nazi pusieron en marcha por aquel entonces. El Kindertransport fue uno de los movimientos que, gracias al
transporte estratégico en tren y barco, lograron poner a salvo a más de tres mil niños.
Un fiel reflejo de la intensidad y la dureza de esa época, pero también la prueba de que incluso en el peor de los infiernos, sobreviven el amor y la generosidad.
Esta historia es una obra muy especial para mí, la escribí en un momento duro y emotivode mi vida y mientras tecleaba y narraba lo que les acontecía a mis personajes, yo también sentía como mis emociones se erizaban y me estrujaban el corazón. Ese es mi objetivo con esta
novela.
Quisiera que el lector viva, sienta, llore, sane o incluso se enfade con todo lo que acontece en la historia de Alissa y Scott. Que se transporte a la ciudad de Berlín de aquel entonces y acompañe a los protagonistas de la historia en su propio descubrimiento del horror, pero también del amor más bonito.
¿Quién dice que en la guerra no pueden existir ambas cosas?
Gracias por leerme,
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