Eduardo Bartrina, autor de las cinco novelas de esta saga, también sigue envejeciendo junto a su alter-ego, Sebastián Lago, ya que los dos tienen la misma edad y viven en el mismo pueblo, uno real, Nuevo Baztán, el de Eduardo, y uno ficticio, Peral del Río, el de Sebastián, pero curiosamente en los dos están los mismos bares, las mismas calles, los mismos establecimientos y la misma gente que al cruzarse a diario con él, tan pronto le preguntan por la salida de su próxima novela, como le saludan diciéndole: ‘Buenos días, comisario’.
Mientras se vaya pudiendo, como dice él, ‘me seguiré sentando en mi despacho todos los días a escribir, contemplando a través de la ventana los pájaros que revolotean por mi jardín, jugaré con mis nietos, charlaré con mis hijos, pasearé con mi mujer y tomaré vinitos con mis amigos en los bares de mi pueblo mientras pienso en cómo mi amigo Sebastián, con mi ayuda, resolverá el próximo crimen’,
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