Su niñez, dentro de los míseros tiempos que corrían, fue perfecta. Sus primeros andares por la vida no podían ser mejores: campo, naturaleza y, sobre todo, libertad. A los doce años se trasladó a Granada para entrar en un internado, con una beca de estudios que entonces sólo podían disfrutar algunos privilegiados. Allí empezó Bachillerato a marchas forzadas y gracias a Don Ramón, su gran maestro, tuvo la oportunidad de aspirar a desarrollar carrera.
Más tarde, en 1967, su familia decidió trasladarse a Barcelona. Sin embargo, nunca se despegó del pueblo ni alejó de su memoria aquella tierra. Se considera admirador de la Generación del 27 y del 98, lo cual queda reflejado en sus textos.
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