El mar cuando te abraza

Juan Carlos Chillida, un joven y afamado escultor, se encuentra ingresado en un hospital psiquiátrico. Día a día, sus siniestras pesadillas y los dementes que le rodean hacen tambalear su debilitada cordura. No sabe exactamente qué lo llevó allí, solo conserva vagos y descalabrados recuerdos, que se entremezclan con su pasado y que trata de ordenar con la ayuda de una doctora. Apenas recuerda que salió huyendo una noche de luna llena, desertando de una mórbida relación que desemboca en tragedia. Se aloja en una singular pensión de un pueblo sin nombre, remoto y extravagante. Un lugar desconcertante en el que impera la oscuridad, los espectros bailan toda la noche, el mar engulle sin piedad a los que salen a robarle, las sirenas entonan sus cantos en la playa, y el barro cobra vida a la medianoche. Un paraje donde esconderse, donde matar y morir por amor, del que no es posible irse sin perder el juicio.

Pasado y presente, demencia y cordura, se confunden fabulosamente en esta original novela, que nos adentra con sigilo en los lóbregos secretos de sus protagonistas. Una narración inquietante y de fuerte contenido psicológico, contada en primera persona, en la que el vaivén de los recuerdos y de las obsesiones fluctúa como el movimiento de las olas y de las mareas. Un relato de elevado nivel literario que también da cabida a la belleza y al amor, omnipresente, y entorno al cual se erige la historia.

Vivos y muertos forjan una trama espeluznante y claustrofóbica que empieza justo donde acaba… siempre y cuando no sea la pura invención de un loco.

“En el centro de la plaza hay una fuente que vierte hilos diáfanos de melancolía y, completando la estampa, un sauce sorprendentemente joven – que apenas llora porque no ha conocido aún la tristeza -, que sombrea en los meses del estío el banco verde sobre el que me he sentado. La alegría revoltosa de los hijos de los lugareños tritura la nostalgia del sauce, que cada tarde, enraizado en la tierra, admira con envidia cómo éstos corren febriles, jugando a ahuyentarse la infancia.”