No fue otro estúpido viaje a Koprivnica
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“Las horas se hacían interminables, los trenes eran lentos y los días cortos. Alcanzamos la estación de tren de Koprivnica y sobre el andén nos quedamos solos, nadie más había elegido esa parada para apearse del tren. Salimos del edificio y la soledad seguía reinando en la ciudad. No había ni un alma vagando por las calles próximas a la estación que estaban bastante descuidadas y sin pavimentar. Habíamos llegado al lugar previsto y estábamos completamente aturdidos y desorientados. […] Caminamos por aquellas calles llenas de socavones bajo el temor de habernos equivocado de emplazamiento. No podíamos dar crédito a lo que nos estaba sucediendo, nos frotábamos los ojos para comprobar que era cierto y, en aquél momento, sólo pensábamos en encontrar la manera de salir como fuera de allí”.
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