La música del destino

Ada nos lleva por los cinco colores de los capítulos que marcan su vida, desde el rosa de su dulce adolescencia -donde conocerá al gran amor de su vida, Richard, y en la que su gran ilusión es ser una gran violonchelista-, hasta el dorado de su madurez. El romanticismo de estos dos capítulos contrasta con el negro, parte central de la novela, donde este personaje de ficción vive su época más dura y dramática mezclándose con personajes históricos, poco conocidos, que fueron relevantes durante la realidad histórica más cruel y reciente del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial.

En este duro contexto, la autora nos plantea cómo el ser humano es capaz de sacar fuerzas de flaqueza para intentar conseguir sus sueños, mostrando que el destino no está escrito si somos capaces de luchar por nuestros deseos.

En el capítulo final, Dorado, con la experiencia que le da la vida, deja como legado a sus nietos una fantasía: aprender a volar hasta la luna para, con la realidad que nos muestra la distancia, poder valorar lo importante de la vida.