Ocho colores para una acuarela

Alberto Peñalosa es un buen hombre, pero guarda un secreto. En un momento de su vida muy amargo decidió ser juez y verdugo y aplicar pena de la vida a un verdadero monstruo. Sin duda el castigo aplicado era merecido y no supone para Alberto un cargo de conciencia… ¿o sí? Nadie conoció aquella terrible venganza y todo quedó tapado, opaco… ¿o sí? Ahora, al cabo de muchos años aparecen en su vida personajes que sí conocen lo que pasó y lo van a utilizar para que Alberto acceda a algo que parece totalmente imposible: quitar de en medio a dos personajes que llevaron a cabo el mayor de los crímenes de la Historia de la Humanidad. Pero ¿Cómo puede ser que aquellas alimañas aún continúen con vida y a la espera de regresar? ¿Es la pintura un posible vehículo para moverse por…? ¿De verdad que Alberto Peñalosa no arrastra una pesada mancha en su alma? Todas estas preguntas impulsan al protagonista a tomar una decisión que resuelva ambos problemas, aunque sea una solución muy triste. Pero…, tengan en cuenta que estos textos no son una novela.