Aquellos días

Aquellos días es una narración en primera persona en la que el protagonista, un profesor universitario recién jubilado, nos va dando cuenta de su vida después del gran cambio a que la ha sometido. Hastiado de su vida en Madrid, molesto con todo, con el país, con la política, con la burocracia, y con nada en concreto, al borde de la depresión, ha tomado una decisión radical: establecerse en un perdido pueblo de Marruecos y llevar una existencia sencilla dedicada a saborear el tiempo, a escribir y a pintar, a sentirse nuevo entre colores, olores y costumbres que le son extraños, a llevar una vida tranquila, independiente. Es inevitable, sin embargo, que reviva sus últimos años en Madrid, especialmente cuando le llegan las cartas de Laura, su mujer, de la que llevaba algún tiempo separado. En este pueblo, lejano en todo a la civilizada Europa, el protagonista conocerá a Pierre, un arqueólogo francés que, cerrada su etapa profesional desarrollada en el norte de África, optó por no volver a París; no quería, pensó, perder la claridad de la vida que llevaba, libre, a su manera, limpia. Pierre regenta un pequeño bar, más como lugar de reunión con sus viejos camaradas que como negocio, y vive junto a Marie, su mujer, joven y atractiva. Las visitas del protagonista al bar de Pierre alterarán su vida de anacoreta.

Aquellos días es una novela que habla, especialmente, de la necesidad, en un momento dado, de establecer una gruesa raya en el tiempo, de sacudirse la pringue de la rutina casposa de la civilización, de experimentar el placer, al despertarse, de que el día se extiende ante ti limpio y luminoso, sin odiosas obligaciones; una novela que habla, también, de la literatura y del arte que nos dan la posibilidad de separarnos de la miseria de la cotidianidad, y de la importancia del peso de lo vivido.